¿A qué olía tu olor?

Cuando la nada constante es el presente marchito que marca el pasar imparable del tictac,
se hace más tenue y macabro la zozobra,
los ojos malgastados
y fúnebres
parecen reconocer sentires marcados de odio y soledad,
cuestionamientos y tristezas de un aparente regreso lleno de controversias tristes,
dudas que fatigan el amor,
si es que de amor se trata,
si
es
que
de
amor
hablamos.

El silencio me atormenta,
busco una melodía que me grite algo,
una señal de que me libere de tanta ausencia,
de tanto abandono.
Una cancioncita triste que me borre las penas
o me sumerja con su delicada melodía en la cálida noche mojada,
noche llovida,
noche oscura,
noche triste.

La incomunicación es una desahuciada realidad que me tapa los ojos,
y aunque los lentes están ahí,
el gélido invierto moja los cristales,
es imposible ver,
es imposible sentir,
o escuchar,
o palpar,
u oler,
u olerte.

¿A qué olía tu olor?

Ya la idea de hablar para romper con tanto silencio me llena de pavor,
no quiero inmiscuir más en el amor,
solo busco un poco de paz,
de amor,
de sobriedad,
un poco de ese olor a ti.

!JODER! ¿A qué huele tu olor?

Los corazones que se tocan con los ojos rojos y borrosos que ansían permanecer abstinentes,
cuerdos,
atentos,
y no divagantes,
y no furtivos.

Que se miren por los cristales mojados y sientan tu olor,
ese olor que huele a ti,
a templo,
a cuerpo,
a respeto.
A paz.

No es mucho pedir, pero que mal está pedir, cuando el amor solo se debe entregar.