Canto amargo desde el tuétano sincero

No se ofenda mi señor ni mi señora
si estos versos que ahora escribo
con el alma tendida en los desagües
convierte la existencia en añicos,

perdóneme el Dios que en lo alto
le puso al astro real su fuerte brillo;
perdóneme la vida luchadora
por estas rimas de tan triste trino.

Pero, ¿puedo callar,
enmudecer mi sordo grito?
Cobarde soy si mi alma ajena
callara ante tanto desatino.

Callen, callen ruidos transitorios
que habla el poeta con tal filo
que viene su métrica cortando
lo eterno, lo lógico y lo finito.

¿No ha degenerado nuestra esencia?
¿qué somos de lo que antes fuimos?
alrededor: ¡cuánta muerte deambula,
cuánta ingenuidad nos tornó enfermizos!

No hay más que lamentos
resonando en corazón baldío…
nefasto saber, nefasta ciencia
tanta evolución… ¿y destruirnos?

¡Cuánto juicio llenándonos la barriga!
¡Tanta crítica, tanto estereotipo!
¡Cuánta vergüenza esta especie pensante
que no aprendió a usar su raciocinio!

Bendita la piedra por ser piedra,
bendita el ave, el reptil, el mamífero…
¡bendita la suerte del universo
que un día verá nuestro exterminio!