Elegía

I

Se habían ido y yo pensaba
que en sus valijas iban inertes,
los papeles de la historia que se fue,
el humo gris de lo viajó en el viento,
los soles de una luz ajena,
que oscureció mi alma viajera,
paseando por la orbita
de un extraño planeta.
Se habían ido,
se habían ido, pero han vuelto.

II

Las sombras de un pasado,
los temblores del error,
el candor de los ayeres,
la adición de un ayer más otro ayer,
el espectro de lo que ya fue,
la sumatoria de los silencios
y la acumulación de los procesos
o la aparición de las sombras,
y una obscuridad que me acorrala.
Y mi alma bebe la copa de sangre,
que gotea del enemigo.

III

Es bueno, es malo,
pero con sus dientes me muerde
el alma, los zapatos, el reloj,
y el calendario.
Miro las paredes de mi habitación,
y la fruta de las voces,
de los recuerdos y un payaso,
es igual al número del lobo
que aúlla dentro de mí,
disfrazado de horas que se fueron.

IV

Un barquito de papel pareciera
navegar en el agua de mis ojos,
me pierdo, me voy lejos,
me duele corazón, me duele.
Y siento.
Siento como las manos de mi alma,
de pronto aplauden,
de pronto están atadas.
Triste y dulce es el recuerdo,
alegre y amargo,
agrio y placentero,
doloroso y tembloroso,
seco y dolorido.

V

Pero sé que el hoy que es un camino,
un cometa que vuela por el cielo,
un libro en su capítulo,
una sinfonía en su corchea,
un reloj que corre por el aire,
y atraviesa todos los momentos.

VI

Pero el corazón insiste
en episodios de esa historia que prefiero
no recordar ni dibujar de nuevo,
en mi cabeza de piedra.

VII

Es así, la vida es una órbita.
Mi planeta de pronto se desvía,
y yo soy un perro que aúlla en la noche,
que muerde su propio hueso.
Y yo soy un punto,
en el universo infinito.
Y yo soy una lágrima
que se quiebra en el cielo,
y un bufón que llora
sentado en la luna,
tragándose una estrella,
o un diminuto y estúpido tipo
de ser indeterminado,
o un triste loco acorralado,
y simplemente un ser,
que se equilibra sobre un asterisco.
y eso duele.