JOKER

Hoy quiero hablaros de la sed de mi alma,
quiero advertiros del grito de mis átomos diciéndome
que no habrá más bellos atributos,
ni mejores tiempos,
ni caballos más veloces,
ni mejores camaradas,
ni más hogar que aquél
en que ahora se posa
nuestra irredenta mirada.

Buscamos…,
esperamos…,
confiamos…
en un cielo sin correspondencia alguna
con los entes nacidos del cuerpo,
multiplicados por el cuerpo,
que eternamente se contradicen
y, amorosos, se complementan
sin detenerse ante las diferencias de saber,
ni de edad,
aguardando, al final,
el callado abrazo de la muerte.

Aunque los hombres huyan de su canto,
al margen de nuestras diversas identidades,
expectante,
arrobado,
sensitivo,
abrazado a sus iguales,
resistiendo con infinita caridad,
caprichoso, solemne y colérico,
en nuestro corazón
un bárbaro juglar habita
que jamás se marchará de allí.

Arrogante es su instinto,
despiadado su infierno
y su pluma, sujeta a cruel destino,
atada a lo invisible,
avanza por el mundo
dando sordos traspiés.

En su juventud dibujó atrevidos lienzos,
comprendió los anhelos del mal,
el misterio del mundo
y se bañó en oscuras aguas
para admirar el esplendor de la noche.

Diabólica era cada una de sus estrellas,
y, aunque yo lo miraba desconfiado,
el parto de la vida le parecía insólito, divertido,
abundante en torpezas y ridículas imperfecciones.
Intensamente vivía cada pulgada de su mágico universo
y, sin hacerle a nada remilgos,
disfrutaba de todos los espacios si bien
unos le eran más queridos que otros.

Torrentosos y zigzagueantes ríos
animan hoy su ser,
desmenuzan su sexo
y derraman sus líquidas esencias
en un barreño de insólita alegría
-aromada con exquisita vejez-
donde reposan inéditas experiencias…

Ni tan siquiera me atrevo a preguntarle
de dónde vino,
o adónde va,
o si tiene la más remota idea
de lo que a mí sus juegos me atormentan.