Para mí la Poesía

La poesía es mearse en una esquina y que otro olfatee esa esencia, y no olvide nunca, como perro que es, que acaba de leer. Es un arrebato de ira y locura, es arte para el papel y todo termina entre el folio y la pluma. No hay cabida para diarios escritos de madrugada con sencillas rimas contando tu vida. Cuenta tu mierda, con metáforas, con agilidad. ¡Toca improvisar!
Los versos deben de ser violentos, amorosos, viscerales, sinceros, cargados de amor, bondad, odio, locura, pasión, sexo, música y arte; ternura, extravagancia, metafora sensual y esquiva de todo artefacto bélico que llaman tecnología.
Debe doler la mano de sostener la pluma, como quien aprieta un gatillo. Aunque esta vez sea tinta y no balas las que sesgan las vidas de los presentes; cabizbajos, cabreados, extasiados, reflexivos y borrachos.
Benditos cabrones, que como yo se suben al escenario con la esperanza de tener su momento o de recibir frutas y verduras para la cena a modo de apestosos proyectiles.
Este es el momento de la poesía más sonora y agresiva, ¡orooni! amigos mios.
Visceral colonia de heces y flores que descansa en barrica de olivo mezclado con vermut, orina, jazz y tabaco.

¡Es mi momento!

La poesía es colgarse de una encina un martes cualquiera, esperando ser fruta, sentir la presión en el cuello, la falta de respiración por el pecho entre gemidos entrecortados.
Oh, pura y puta poesía. Ramera de orgasmo de verano cosechado en invierno. La poesía viene y se va pero se queda, así que pensar…