¡Un jazz solo y descafeinado!. Que el corazón ya está nervioso.
Meada blanca y cálida de alcohol, sobre el retrete, entrenado para las borracheras de domingo noche…
… Y lunes de trabajo, pero sereno.
¡Porque el jazz es como un loco que recorre sin parar cada rincón del mundo!
Marionetas sin dueño, navegando desde Frisco a Madrid; de New York a Pekín.
Olfateando 1993 entre cafés y recién nacido; y en cervezas en 2024 casi extinguido.
Treinta años después entre cañas y canas con las mismas tinieblas de efímera poesía.
Semen de blues y de bebop jazzero frente a una chimenea apagada, conectando las neuronas ya inestables por los picos de sesentero jazz. Terminal, como la heroína fumada en pipa de nostalgia que denota tristeza con cada vello, tapando con el velo blanco la barba sobre oscuro rostro.
El que por el 2 de mayo vagabundea ,borracho, con la linterna. Apuntando a los orines de una esquina sucia, olfateada lascivamente por un perro sin huevos ni visión. Ese viejo cánido que busca desesperadamente una colcha donde morir cabizbajo sin dueño.
Con la moqueta que huele a hachís y sueños húmedos de motel barato, y a perfume de lujo…
No es un triunfo, es difunto ya el arbusto que fuego tuvo en vida, por una frígida de espada mojada que del lago emerge. Esperpéntica fulana de pelo agrio y manjar mortal.
Serpiente, que esboza una cálida sonrisa buscando el hueco de la carne, donde morder e inyectar el jugo de la condena.
El jazz es lento, sensual y de yacimientos de cimientos sobre el New York de lujo que desconozco y sueño. Entre gritos y lamentos; disparos y risas con las luces de la vida y la muerte tras de sí, marchando a toda velocidad, por carreteras oscuras y degradadas.
Eso es jazz, eso es gloria, como cada poema de mi alcoba que descansa sobre la mesa de madera hueca… Como buscar el coño que saborear esperando en el sofá entre melodías y estiramientos de verga. Y mientras, por el césped y la alfombra verde, pisa el viejo verde desaliñado, pensando en trabajos de mala muerte por las calles de Denver… o por Barcelona, Berlín o Londres.
O pisando, triste, las ruinas de Kiev y Gaza; o vagando solo por mare nostrum, en la luna. En silencio y esperando desafiar al que vive en marte con la marca del rayo en la frente.
El jazz como una vecina mirando como follas, o como te drogas…
Un latido disconforme con el resto de pulsaciones de tu cuerpo. Satisfaciendo tu deseo de besos y sexo con canciones de saxo y piano entre manos que tocan el cuerpo de marfil, áspero y religioso. Material que traslada al mundo de los sueños con ritmos de café y whiskey barato, en micros abiertos y tablados cerrados dejo mi sueldo en poemas y en alcohol de barra roja.
¡Eso es! ¡Jazz! Con gafas de sol y droga, entre copas y vapores; entre luz y oscuridad.
Un lamento agudo y loco, melancólico el saxo de la sala iluminada y cubierta por el humo de los puros y el sudor de la actuación.
El jazz huele a los pies de Ginsberg, al sudor de Charlie Parker, al aliento de Jack Kerouac brindando con vino barato de gasolinera un cinco de abril o un cuatro de febrero. Da igual fecha y lugar, importa el momento, entre fiebres y congestión acelerada, como motocicletas que lloran el alma de un motero muerto con botas y chaleco entre nobleza de caballero de hierro.
¡Jazz es eso!. Con las llamaradas de los mecheros que su único cometido es el de encender cigarros y morir ahogados en gas.
Jazz, como la cerveza fría en la barra un cuatro de julio vistiendo mocasines y sombrero español de vaquero de meseta del Guadalquivir. Cantar al son del sol; y al cielo, por la noche, buscando la luna entre Do, Sol y Re menor.
Jazz es perderse en la ciudad desconocida, entre miradas perdidas que desconocen todos.
Jazz es la caída de la hoja en el otoño y la flor de la primavera.
Jazz es vida y jazz es todo.