Ginebra y el Negro Comanche

Ginebra y Negro Comanche analizan sus vidas.
El Negro se aprendió un nuevo canto,
mucho más metido en el ruedo del gallo.
Fuma en pipa de maíz y tiene barba puntiaguda y espesa.

Ha desenvuelto su bisectriz y palpita una aguda crudeza,
causante de por qué Ginebra,
dueña de sus depravados sueños
ya no lo ve como el salvador de la especie monogénica.

Ella mira nuevos horizontes, nuevos héroes,
menos feroces y más precoces que los que hubieran antes.
Ya se olvidó de lo bueno que fue el Negro Campeón
cuando la hizo reír y enfurecer,
como cuando se pasa de frío a calor.

No obstante el Negro Comanche es malo para empatizar,
carece del verbo que denominaron "Agradar"
y lentamente se va cuestionando su existencia plutónica.

Le gusta hablar hasta por los codos, la va de charlatán, un Pluto sin Ratón.
La nueva ola en salida ya no es su onda descriptiva,
los astros de hoy se ven mejor que él,
un rockerito del ayer malhablado que no conoce de arrepentimiento.

A Ginebra en cambio, se la ve más alegre,
menos amargada por los sueños
rotos,
ya no busca boletos de Crotto.

Conversa en su desvelo acostada con sus osos punk,
Marta, Candela, Amarilla, Pelusa Rosa y Bavieza.
Cuando sale, deja pasar las horas, disfruta de sus giras y reflexiona
acerca de lo que nunca piensa en voz alta:
´´¿Y ahora? ¿Qué me queda por conocer?, Hay tanto por conocer, que antes no me dejaba a mi misma conocer´´.

¿Con cuántos galanes se topará?
Espero que con muchos y
que se desenamore, que viva con gusto su soledad, en pijamas,
tomando por las tardes un té verde
o degustando bombones en el zaguán de su casa en Ayacucho 3 6 9.