Antes del tosco cambio

Desayunó un café y un cigarrillo, literal;
escupió herrumbre luego de beberlo,
exhaló azufre luego de fumarlo,
y transpiró, después, soledad y tristeza luego de pensar.

Misma aburrida sensación dramática donde
se ve en un escenario un joven deprimido
rodeado de árboles, y vegetación aún
húmeda por el sereno de la madrugada.

Dentro de él, mil estelas de humo enredadas como una telaraña en su mente jugando a arruinarle su vida, son demonios que le repiten que ya no está presente.

Ni el río, ni la compañía de su perra
logran sacarle de allí; está muy clavado
como para lograrle sacar con amor,
se ocupa violencia para salir de ese estado.

Ni los insectos, ni las aves, ni su mascota se le acercan, odian el olor a humo,
en cambio este, siempre ha sido su compañía, pero también le recuerdan su soledad.

Sin embargo, él no es violento, es dócil;
pero es incómodo con solo verle, su mirada no está en este mundo ni en el otro, nadie sabe a donde pertenece, pero si se sabe que no es aquí, hasta él lo sabe.

Son más fríos y brumosos sus pensamientos que el aire que se respira allí, es más frío, y más brumoso.

Como si esperara algo permanece, a una cabeza de agua que lo restriegue contras las rocas hasta despedazarlo quizá, pero no pasará.