LA NOCHE DESHIELA MI TRISTEZA

Imagino los zócalos dormidos de tu piel,
tus dedos pisando las sábanas de la noche
mientras una ráfaga de rocío metálico
se funde en tus ojos embriagados por el espacio
de una fantástica demencia.

Al doblar la luna su luz garrafal
se extiende a mil hectáreas
la suavidad de tus huellas,
reposan en una silente música
con rumor a cerveza.

El animal ancestral que aflora
en mis pupilas cuando miro tu dentadura
al viento, aleja de mi caverna la tempestad.

Vuelvo cansada al neón de tus pechos,
a ese frágil viaje que intento
comenzar desde tu pelo hasta
el acantilado húmedo de tus inquietudes.

La noche deshiela mi tristeza,
tomo la pluma escalando mi interior
para revelar los demonios
que pretendo apagar como cigarrillo al amanecer.

Apareces de nuevo en el numen apocalíptico
de mis símbolos,
con un terremoto de inapetencia,
aflojando los cimientos de mi madurez,
excusando la ausencia con un par de muecas,
bebiendo un sorbo de rebeldía psicodélica,
termino por adaptarme a lo irreconciliable.

Aún espero en los suburbios de ésta vida.
Preparando algo de costumbre cuando el insomnio
como perro se echa sobre el sofá.

Terminaré con la faena de extrañarte
al echar un vistazo por las ventanas del excusado
y encontrar unos versos despeinados de Bukowski
que representan la filosofía del abatimiento.

Yaneth Hernández
Venezuela
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