Cualquier hombre sería poeta
Cualquier individuo sería poeta. Cualquiera que se haya tomado el tiempo de admirar sus ojos protegidos por largas pestañas de hilo, guardias del encanto.
Un analfabeto que la ha visto por primera vez, buscando rimas para recitar magia, buscando satisfacer sus oídos y su mente hambrienta de arte.
Su presencia bastaría para un ciego, que escribiría sobre la sensación de presencia de una fuerza divina a la que se le atribuyen muchas virtudes.
Aquellos que la han visto y aún no son poetas, son ciegos o no tienen la capacidad de enfocar milagros de la naturaleza con su vista, porque con plena voluntad de verla estarían contagiados por la enfermedad de escribir.
Los eruditos al verla caminar se derretirían, y sus restos caerían en una alcantarilla que lleva a una prosa, explicando que ni su hambre de conocimiento es tan grande como la magia de aquellos ojos obscuros con pequeños destellos.
Un minero cansado se volvería trovador al ver dos piedras preciosas con tanto valor que no estarían a la venta.
Un sordo privilegiado y con la capacidad de observar, se volvería loco al sentir las ondas de sus palabras; en el fondo él no entiende nada, pero empezaría a escuchar voces provenientes del cielo que le gritan que escriba para usted.
No todos los hombres se han tomado los dos segundos necesarios como para con una mirada suya ser consumidos, unos porque son ciegos, otros porque no se quieren enfermar; los otros hombres del mundo en cambio nunca han visto a nadie ni verán a nadie como usted, porque de lo contrario, cualquier hombre sería poeta.