SAGRADO MADERO.

SAGRADO MADERO.

En las áridas colinas de Jerusalén tierra prometida,
cual fraternal triángulo de amor y ternura,
fuimos plantados con celestial hermosura,
tres frondosos árboles que la humanidad siempre recordaría.

A su sombra el Divino Redentor en santa peregrinación,
habló las buenas nuevas el pueblo elegido,
más esta generación hijos de pecado y duros de corazón,
no recibieron al Mesías prometido.

Transcurrido el tiempo que inexorable nos consume,
el hacha asesina del inclemente leñador,
cercenó nuestros cuerpos que a la tierra nos une,
sin escuchar los lamentos de nuestro silencioso dolor.

Aún palpitando nuestro corazón en desesperada agonía,
convertidos fuimos en inclementes maderos,
que el condenado a muerte en sus hombros cargaría,
paso a paso por su tortuoso sendero.

En el Gólgota el déspota romano con desprecio irreverente,
despojó tus vestiduras y sobre ellas echó suertes,
fuiste humillado cuál común reo de muerte,
tu cuerpo desnudo expuesto al sol inclemente.

Acostáronte sobre mí clavando tus manos y pies,
mi rústico cuerpo estremeció al calor de tu adorable sangre,
tu inmaculado rostro con serena palidez,
clamaba en silencio nuestro perdón al Santo Padre

Tu cuerpo se estremecía por el dolor incesante,
más tus labios oraban con ferviente resignación,
las siete palabras que con amor pronunciaste,
fueron de inmensa ternura, noble entrega y abnegación.

Cuánto quise mi Señor revelarme a tu tortura,
más yo estaba junto a ti casi muriendo,
en el corazón del hombre hay mala levadura
y por el pecado la fe se está perdiendo.

Consumado el tiempo tu vida se extinguió,
nuestro Padre amoroso y clemente quitó el sufrimiento,
el sol se opacó, abriose la tierra, sopló fuerte viento,
a los muertos en tu fe, con poder levantó.

Morir en ti mi Jesús es vida eterna y continuada,
nuestros cuerpos en la soledad terrenal han quedado,
cual mudos testigos de tu pasión consumada,
más nuestras almas en tu santo Paraíso han sido plantadas.

Tu muerte y resurrección mi Señor no fue en vano,
me honraste haciéndome instrumento de tu pasión,
mi tétrica figura será señal imperecedera a todo Cristiano,
que sólo Tú, eres camino de vida y salvación.
Autor: Víctor A. Arana
(VICTOR SANTA ROSA)
Port Chester N. Y., Abril del 2006.

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