El pasto del patio

poema de Alguien más

El pasto del patio
Sé que me leerás y te preguntaras quien soy.
Hoy es 24 de diciembre del 2017.
Es una mañana agradable.
La vida transcurre como una mañana de domingo, pero, esta es especial.
Será navidad.
Es difícil para los que me aman aceptar que lo paso escribiendo.
Tengo que ordenar un poco la casa, vivo como un niño al que no dejan que juegue tranquilo.
No digo que escribir sea un juego, o quizás lo es, pero, no puedo perderme la oportunidad de agradecer la existencia.
Yo creía mucho en el “Don”. El “Don” es dado por Dios. Lo que los agnósticos o la educación neutra llaman “vocación”.
Ni “Don” ni “Vocación”, más bien, necesidad, angustia o simplemente agradecimiento.
Me leerás y pensarás que es mejor aprovechar el tiempo que dejarlo pasar intentando encontrar una forma de ser, siendo que, como seamos, igual somos.
Ser no requiere de ningún esfuerzo. ¿Para qué esforzarse entonces?
Pero descubrir por ejemplo que “bien común” no se puede comparar con “buena voluntad”.
Que comprensión no es lo mismo que conocimiento.
Que lo único formal se encuentra en las leyes naturales y que ni siquiera son leyes.
Que se descubre comprendiendo.
Que buscar los finales felices no es un simple idealismo, quizás requiere de esfuerzo y sacrifico.
Que aceptar la crudeza de la realidad sin intentar cambiarla es por lejos la mayor resignación y sumisión.
Lo que algunos llaman idealismo o utopía lo dicen con la cabeza.
El corazón hace las cosas imposibles, como cambiarte a ti, que es lo único que importa.
Se vive una sola vez, y la única vez.
El agua no cambia su estructura, al menos en la tierra hace dos mil millones de años.
Quiero decir que, no porque seamos temporales no existen cosas eternas o perdurables.
Es un gran dilema para quien se da cuenta de esto y que lamentablemente es un ser temporal.
No te puedo argumentar la razón del porque la esperanza y la ternura tienen mucho más valor que el éxito o la felicidad.
Solo que algunos se sienten felices y exitosos porque han descubierto un gran valor en ellas.
Esto ya nos dice que el éxito y la felicidad son efectos de otros significados mayores o menores.
Los significados menores no se descubren, vivimos en ellos.
Los significados mayores se descubren.
Y si se descubren, también pueden llegar a nunca ser descubiertos.
Esto significa que puedes vivir la vida entera sobre los efectos menores o ir a la fuente de los significados mayores , en donde está el valor generando la intensidad de nuestro sentir.
Nunca se me ha pasado por la mente un mundo a mi manera.
De hecho me cuesta mucho defender mis posiciones.
Dentro de cualquier posición siempre existe otra que es superior.
A veces existen evidencias para nuestras posiciones tan abrumadoras que defenderlas es fácil, se hacen de manera espontánea y las repercusiones, que llamamos injusticias, se vuelven irrelevantes.
Mas, siempre y pese a tales evidencias, igual, siempre, existen otras razones aún mayores.
Como por ejemplo, la muerte, es casi una de las evidencias que está por sobre todas las demás.
Pero por sobre la muerte también existe otras, por ejemplo, la comprensión de la eternidad.
Es decir, el universo seguirá funcionando sin uno.
O algo más simple todavía, la memoria. Nada podríamos defender si todo lo olvidásemos.
Parece obvio, pero, filosofar no es encontrar lo obvio, sino, lo maravilloso.
Hay personas que insisten en que tienen la razón, y más que desmostarla, la imponen.
Imponen su pequeño mundo montados sobre uno más grande que va siguiendo al Sol a toda velocidad.
Siempre hay razones mayores que las mayores razones.
Es como abrir una cebolla, capa tras capa y al final no hay nada, en realidad ella era todo.
Es como una alcachofa, hoja tras hoja hasta llegar a su corazón.
Cuando la Karla era niña encontró un trébol de cuatro hojas, no sé si lo tendrá guardado.
Este año no recordé que donde está enterrado el Alfi florecen los tréboles. Igual es raro. Todos los años florecen en primavera. Quizás este año no lo hicieron o yo no me di cuenta.
Hoy día quizás debo ir a pelear con el vecino que enciende su música casi todos los días a todo volumen.
Mi padre falleció este año, el 10 de marzo. Yo me había recostado sobre la cama un rato para después ir a quedarme con él esa noche. Cuando me avisaron me levante, tome el auto y fui a su casa.
En los funerales creo que estuve a la altura, es decir, sin histeria y controlado.
A veces pienso que no tengo sentimientos o que tengo reprimidas mis lágrimas.
Yo mismo a veces pienso que soy raro.
Pero a veces quiero gritar, gritar que agradezco haber vivido y que acepto la vida como es.
No ando pensado como sería el mundo de otra manera.
A veces pienso que no nací para grandes ideas.
Me refiero a que Jesús, siendo el hijo de Dios, ni siquiera menciono la teoría de la Relatividad.
En ese sentido Einstein pareciera saber más de las cosas Dios que su propio hijo.
Estas cosas me confunden, pero jamás olvido que mientras todo pasa, la tierra está en medio del Universo, viajando hacia no sé dónde, sin que sepamos si existe o no una razón para ello.
A veces dejo de escribir solo para que vean que estoy haciendo algo relativamente normal, como preguntar qué hay de almuerzo o decir algo importante, como, “más rato voy a cortar el pasto del patio”.

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