A casa

Deseo tanto haber encontrado lápices de mural
y pintar murallas blancas, con musgo verde y un camino polvoriento.
Deseo tanto encontrar hojas blancas naturales
y dibujar el camino a casa, donde mis hijas sueñan sin miedos ni angustias.
Bajar en un sendero iluminado por la luna.
Que llegar a casa es cosa de naturaleza, ilimitada y con la eternidad de aliada.
Son solo sueños lanzados como espuma de océano, como nieve de montaña.
Simplemente Padre, como aquello que el evangelio se lee con cirios de primera comunión.
Qué me decías ¿Apostólico?
De eso, no sé, que el pan y el vino,
es abrir la puerta de mi casa cálida y llena de amor.
No, no iré a ninguna guerra, no discutiré alguna ideología.
No por corta ni larga la vida, ni por promesa, ni por conveniencia.
Solo por aquella luz de mi pieza, donde ella espera,
donde la felicidad nunca es comprometida.
¿A qué le llamas sueño o ilusión?
¿A eso que mi corazón saca a borbotón sin temor alguno?
Perdona, es que voy a casa y no me preocupa si es a pie o en este apretado metro.
Cuando ya voy sintiendo ese olor del verano con los jardines recién regados.
Ahí no me detienes, y aunque pudieses, en alma, infinitamente y de seguro llegaría.
Es que, ¿el destino ya este hecho?, ¡quién sabe si Dios lo hizo!
Ya no estoy ni para refranes ni religiones obtusas.
¿Para que la salvación?
Si cada día me gano el cielo al llegar a casa.
Donde las niñas duermen, sin temor y sin angustias.
Donde yo soy padre, padre de Rosas, Petunias y alegres Lirios.
¿Qué Dios no es así?
Me imagino que no debe ser así.
Es imposible, en este mundo de guerreros, símbolos e imperios.
Vuelve a casa, y no dejes huella.
La luna llena y un olor a jardín recién regado.