Galilea.

Podría complementar mi locura infinita tras tu pérdida con todas las canciones de Russian Red y los filmes franceses de tu agrado.
Usaría mi mejor vestido sólo para verte una vez más. Y allí, sobre una banca de concreto, encontraría nuevamente tus bellísimos ojos rasgados y rojos labios. Exclamaría tu nombre un par de veces y correría a ti.
No dirías nada, te quedarías, allí, sentada, callada; mientras mis labios desenfrenados recorren tus hermosas mejillas morenas. Te diría como han pasado los años en mi desvelo por el ahogo del amor, amor que me ha conducido a ti. Susurraría a tu oído cuanto te he extrañado y cuantas noches te he soñado.
Me aferraría tus brazos, tus muñecas empapadas de sangre antes de verte partir y alejarte de mí. Besaría tus rojos labios por primera y última vez sin importar el dolor que pueda causar la frialdad que ahora habita en ellos.
Cuando te desvanezcas nuevamente, estaré junto a ti, y sostendré tus cabellos negros, y cantaré para ti las canciones más bellas de las que me pueda acordar.
Gritaré tu nombre un par de veces más antes de decirte adiós, mientras se esfuman de mis piernas tu aroma, tu sangre, tus flores.