A Judas

Se dice que Judas en realidad no murió ahorcado. Se dice qué en verdad se dedico a la agricultura común en las zonas de Palestina. Me gustaría pensar que si, que no fue ese su final, que pudo haberse salvado.

-Anonimo-

Veo una visión aconglomerada por misticismo y centellantes preseas vislumbrando las cuencas virgininales de un neonato acuclillado delante de formas orgánicas fantasmales.
Litúrgicas pomeranas en libros de oro macizo, estatuas físicas gravitando en el cosmos eterno, supernova lipidica derramando su semen terrestre en el tabernáculo coronario, razas júbilosas recubiertas por decamenes bellísimos encrestados de furiosas llamas y opalos rimbombantes que farfullan en decadencia alrededor del juez, Judas; espíritu torturado y maldito, crines azabaches cómo lentejuelas esmeraldas, un rostro nemereo y pacifico.
Bajo su mejilla morena e Israelita, se halla el retoño Silvestre, tallo vernáculo de poetas y membresias azules, ovulo secretado por materias marinas, gargantilla púbica aspermizando sus manos filosofícas, amor entrañable y psicotico, hombre hermoso y fascinante, a mi entender, el primer círculo dónde giraron las sabías palabras de un apóstol que nunca blandio peroratas y sin embargo; asombrosos iris pálidos, ensombrecieron su tristeza y lo hicieron ensordecer de caos y quién sabe cuantas miserias más, sí, el hijo divino llamó a otro, el imberbe y limpido Juan, y a él, uno de los más enormes pensadores y constructores de los tiempos murió en la sonrisa iluminada y falsa, sin haber adivino qué pertenecia a los gnosticos, hermanos de sangre y eternos salvadoreños, según Ireneu , nuestros padres, y Judas, el maestro, mi primer corazón germinado en una cerca verde y vegetal, cómo sus sueños.