VOCES INTERNAS

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VOCES INTERNAS
(Para los ancianos del Hogar Betania)

Enmudecen mis labios al nombrarte Betania, silente remembranza de días añejos que se esfuerzan por enraizarse en estos rincones. Tengo en el alma tus brazos, tus piernas, tu piel, roídos por la vida abandonada a la suerte de una llamada.
Litigios pendulares, entre la prole aparcaste, aquí entre los débiles, tu risa, tu llanto, tus gemidos y tus locuras, hasta observo aquellos impulsos que emergen entre tus pasillos. Suspiros, melancolía, llanto y más dolor. Abrázame, Betania, hay veces que tengo miedo cuando la negra noche me arrebata tus dedos cuando el tiempo se vuelve mi enemigo y me arrastra los velos de la vida.
Impávida suspiras distante, serena como si leyeras en mis ojos cuánto te amo. No llores, Betania, no llores sin dolor, la aflicción es parte del crecimiento, es la sangre que se divulga en las venas hasta ubicarse en el corazón.
Adiéstrame con tus canas, cuéntame cómo se regalan los minutos y qué se siente al ser grande; dime si lo estoy haciendo bien, quiero verme en ti habitar con un nombre, tu palacio de sueños.
Quiéreme con tu alma sonriente, a pesar de mis errores de principiante, ignora mis desaciertos que me hieren por no saber llegar a ti con cautela, con savia, con paciencia.
Enséñame cómo se sirve a los marginados de este siglo, a los desamparados y olvidados por la falta de conciencia, de tiempo y de espacio; dime si mis manos son capaces de vendar tus heridas, de curar tus dolencias, la soledad y el vacío de tu alma.
Apáñame, Betania, casa de Dios, con tu sencillez, borda en mí tus ansias de estar viva, cautívame con tu sonrisa sincera, sin prejuicios, sin vergüenza. Haz de mí tu mano para barrer esos años que te cansan, no
dejes que se te vengan encima sin contar historias de aquellos amores de juventud, y sueña, sueña con lo que anhelas, en tanto que dura el día, hay tiempo para amar, para entregarse sin medir, sin esperar…
Estaré aquí para servir a otros, los débiles de este mundo, los desposeídos, aquellos que vienen por su segunda niñez, así, este trabajo no termina, no se acaba ¿sabes por qué, Betania? Porque a los pobres siempre los tendremos. Sin embargo, su pobreza nos enriquece, nos capacita, nos prepara, salimos al mundo exterior y ya no hay egoísmo ni lucha de egos, tus carencias solo me llevan a la generosidad, me has hecho una persona de gran precio, ahora puedo continuar mi labor, sigilosa, sin espera de aplausos, solo tu sonrisa y bienestar es el pago a tan vapuleada labor…
Evocaré tus andares, aquellos que se escaparon de la lucha, los que fueron desterrados y ya descansan, fueron artistas de esta vida, el cansancio los venció, nos dejaron por un momento, mas no eternamente, están aquí en tus paredes, en tus rincones, en recovecos, conmemorando el ayer que se vive hoy y se cristaliza mi mirada solo al nombrar.
La historia se escribe con lágrimas, con sangre, con sentimiento y, mayormente, con amor. Mírame, Betania, aquí estoy con mis brazos extendidos, mi sonrisa amplia y mis ojos enternecidos, dividida en muchas manos para abrigarte, no tropezarás, si caminas siempre adelante sin miedo al ocaso, el sol herirá tu piel, mas no te dejaré caer sin abrazarte fuerte, esperaré el silencio de la noche donde por fin correrás libre y cuando mis manos bajen las cortinas, veré al ángel llevarte para abrazar a Dios.
Será cuando pueda decir: ¡Misión cumplida!…