Señal

En esta ocasión, el desván de mi orbe señaliza con sobria imparcialidad un manjar de optimismo deslumbrante.
Percibe los corazones con reducidas intenciones.
Invadidos por distancias objetivas, los nudos se tensan cromados por su vedar.
Profetas reemplazados por un almíbar virtual.
Maniobras de un caso suicida, regocijados por el elixir de los pensamientos.
La inestabilidad bañada por su tono gris ofrece otra escena insignificante.
Involucrándome en los espejos ajenos.
Un sucinto de molestias que regulan la obturacion de la mente creativa.
Mentirosos...
Esos que no les quedó nada más que su propia voluntad degenerada, desnutrida de anhelos propios, alimentada por la luz que brilla a su alrededor.
Refugiados en una resolana vital que alumbra hasta el fondo más morboso y rústico, abrazados al límite de su aferrada existencia de turno.
Lunáticos diamantes rescatados por una mano congelada que sus propias esencias volcanicas calientan y dan vida. 
Flameante cuarta pared eternizada con una cortina colada por su rebuscada calidad, marcando sus escenas a través del parpadear, repitiendo vulgarmente vagas actuaciones.
Influenciados por un marketing de tres caras, potenciados de salvia, anestesian la existencia con otra droga placentera e inocentes tropiezan. 
Tras las rejas del extremismo aguarda la tranquilidad.