Vagones de ilusión

La vida es un viaje en vagones de ilusión,
donde se hacen realidad los sueños.
Mientras la caprichosa gata
Mechas se acicala
su negra cabellera
y reclama un mimito
de alguno de los glamurosos visitantes,
y los polluelos comen cerca de los conejos
de la Francisco Luis,
que en una tarde novembrina,
deja caer
los techo de siglos franciscanos;
bajo la lluvia de la tarde sabatina,
en medio del aroma de las flores
que se pierde
tras los muros de ladrillo macizo
y el verdor de Ciesor.
Allá, donde serpentea
la quebrada la Piñuela,
muy cerca de Mechas,
de los conejos y polluelos,
que con amor se acostumbraron
a la caricia de las manos
que no perciben su negro color,
de aquellos tiernos dedos sordos
que la contemplan con todo su amor
sin sentir su ron ron…
de las manitas de las criaturitas
que no crecieron
para ser frondosos árboles,
que acaricien los cielos
con todo su esplendor,
y las de aquellas criaturas que
acunan en su alma
el velo de la
angelical bondad.
Bajo hilos de lluvia,
se premiaba el tiempo en que se navegaba,
perdidos en el mar de los libros y discursos.
¡Justo allí!
en el luminoso escenario,
se recibía la
mención,
en medio de aplausos;
todo se inundaba
de los abrazos de Papá y Mamá,
de la tía y la abuela, que se adelantaban
a la Nochebuena,
¡a la Navidad!
…..Adiós al rencor,
a esos años de silencio y separación,
de hambre y dolor.
Y al otro lado del mundo,
en la Europa que abre sus prolijos brazos
al nuevo Mundo,
manos ingeniosas arreglaban una nota aquí,
y otra más allá,
para los muchachos de un rinconcito de Medellín,
de esa Medellín de barrio Popular,
donde, desde los más tiernos años,
sus chiquillos,
han tenido que aprender a sobrevivir,
en aquellas tardes,
en que todo se ha teñido de gris.