A la tristeza de siempre

Hoy me muerde el perro de la tristeza,
hoy me envuelve en sus brazos la rabia
y me revuelca en la tierra el desconsuelo,

porque no soy más que un hiedra
que sube el paredón seca de savia,
y lucha resignada contra el viento.

Hoy me queda el sin sabor de la batalla
que pierdo cada día a paso lento,
desafiando sin querer a las espadas;

hoy me queda el sin sabor de lo que calla
el alma por esconderse tras el miedo
y lo que dentro del corazón estalla.

Hoy no soy yo, soy un ser muerto
que ha desafiado la vida frente a frente
y que ha quedado herido sin remedio;

y que agoniza aunque esté viviendo,
aunque siga una existencia latente
pero que late despacio, muy lento.