Desenraizar

Nadie advirtió de las raíces,
de su profundidad y hegemonía,
de esa particular forma en que se abrazan
a los abismos, a la hondura, a la esencia,
a los comienzos, a los prólogos,
de cómo se engarzan bruscamente
a los más fundamentales engranajes.

Nadie advirtió de las raíces,
de su inconcebible negociación con las alas,
de su férrea oposición al movimiento,
de su entereza
con la que sostienen el resto de la historia.

Nadie advirtió de las raíces,
de cómo se aferran a los surcos,
de su inexorable modo de aprehender,
de cómo abarcan con bravura
cada palmo de su hondo hogar.

Y entonces,
¿cómo desenraizarse?,
¿cómo y con qué podarse los cimientos?