Mi cerebro

Hoy he decidido, por fin, mandar a paseo a mi cerebro.
Ya estoy harto de sus insinuaciones.
¡Qué agovio! ¡Siempre detrás de mi!.
A todas horas escuchando sus letanías y canciones,
¡el muy canalla!
se pasa todo el día dándome consejos y lanzándome requiebros:
ahora dices esto, ahora calla.
¡Vayase usted al diablo, fuera de aquí!
¡Necesito de una vez liberarme de este infierno!.

¿Es que acaso el muy tunante cree que no soy mayor
para que me siga tratando como un niño?
Pues ha de saber usted, señor,
y no intente convencerme que es cariño
-que lo que yo te recomiendo es por tu bien-,
-que yo siempre te insinuo que digas lo que te resulte conviene-,
que ésta es la última vez que le hago caso
¡y que ya se puede ir buscando otro dueño, por si acaso!

¿Quien le ha dado a usted permiso para aconsejarme, quién
me lo va a impedir si yo deseo ser un ser independiente?.
¿Quien le ha autorizado a conocer mi intimidad,
para inmiscuirse en mis secretos personales?
Ahora mi sueño es volar entre nubes imperiales,
libre de compromisos y ataduras y hacer lo que me plazca,
sin cargar con un tiquismiquis a la espalda
que me aconseje sobre la bondad o la maldad
y dándome constantemente la tabarra.

Sepa que esta mañana he visitado
de cerebros y otros órganos un gran supermercado.
Los había discretos, complacientes..
y algunos sonrientes…
y desde luego mejores que tu, mucho más inteligentes.
Y no pienses que eran caros,
había muchas ofertas bastante convenientes,
incluso uno que dicen que perteneció a Napoleón,
aunque ese era un paquete
pues había que adquirirlo con chistera y con bastón.

Querido amigo,
después de tantos años juntos
con un par de copas contigo necesito sincerarme,
te he cogido cariño,
eres mi compañero del alma, gran hermano,
déjame que te coja de la mano
y que me quede a gusto,
de ti no puedo yo quejarme
unicamente he pretendido darte un susto.