¡He vuelto!

¡He vuelto! Pero no soy Primavera, la cual ha despertado de su helada siesta bajo su manto plateado; la cual se arrulló, y al final durmió con el crujir de la postrer hoja naranja. No soy Primavera, porque conmigo no viene el renacer de la violeta ni el cantar de la golondrina que se alza al despuntar del Alba.

¡He vuelto! Pero no soy Luna, la cual se levanta de su regazo cuando la noche y los astros caen; la cual desnudó su cuerpo de marfil, semejante a la espuma que acaricia la arena cobriza. No soy Luna, porque conmigo no se encienden las luciérnagas ni se eleva el canto del ruiseñor que dedica su melodía postrado sobre la rama de un nogal.

¡He vuelto! Pero no soy Aurora, la cual deja caer sobre el horizonte, sus largos vestidos rosados; la cual baña de dulce rocío, el valle esmaltado de jade. No soy Aurora, porque conmigo no florece el Sol ni se escucha el sonido del gallo cantor.

He vuelto a tu lecho de piedra, donde el Sueño eterno mora en tus párpados; donde el Silencio cuida tus labios pálidos; donde la Muerte descansa sobre tu cuerpo.

He vuelto. Yo soy la Lluvia, la cual riega sus deseos sobre la tumba, con la esperanza de que florezca tu ser a la vida.