La bestia

Vivimos presos de la incertidumbre, como si hubiéramos nacido en el tiempo incorrecto. Es así que los días han matado todo eso que nos permitía sentir libertad por lo brindado sin tapujos y a manos llenas, solo para convertirnos en eternos solitarios.

Todas las equivocaciones y todas esas cicatrices que son solo la portada de las que tenemos por dentro. Es como si nuestro interior se hubiera desgarrado y la curación nos hubiera vuelto incapaces de sentir de nuevo: la generación de los miedosos con corazones de piedra.

Inconformes por ser como somos, por ser una molestia y sobre todo por no haber sido lo suficientemente buenos a las expectativas.

Ahora somos hijos de las píldoras de la felicidad, solo un puñado de malditos con el alma vacía. Llenos de sonrisas falsas y promesas muertas, aferrados a sueños tontos de amaneceres yermos.

Los modernos Prometeos que regresaron del hielo, solo para ver qué pervirtieron su carne con su interior de hierro y sacrificaron su mente por intentar amar de nuevo.

Un amor que como siempre solo quiso ver belleza etérea, pero al ver a la bestia, nunca aprendió a luchar y murió de miedo.