NO PERMITAS ENTRAR AL FANTASMA

NO PERMITAS ENTRAR AL FANTASMA

Fue una madrugada, cuando todo parecía estar en paz en una casa cerca del “Gran Puente”.
— ¡Está entrando el doctor! ¡El doctor está entrando! — gritaba su nieto de Olga. — ¡Me da miedo ese doctor!
En ese momento, cuando el reloj marcaba las dos, Pedrito seguía dando voces de alarma, desde su ventana en el tercer nivel desde donde podía distinguir el amplio pasaje del primer piso que llegaba hasta el enorme portón por donde ingresaban sus carros de la familia. Doña Olga, que tenía dormitorio en el segundo piso, abrió su ventana y al no ver ninguna señal de intrusos, pensó no hacer caso a tanto ruido, sin embargo fue a ver a su travieso.
— ¿Por qué tanto ruido y miedo? ¿Qué pesadilla fue? —preguntó.
— Soñaba con mi perro, que ladraba hacia el zaguán, y me desperté al recordar que ya murió hace mucho; enseguida creyendo que fuesen ladrones me aproximé a la ventana y viendo abajo hacia el portón, se notaba que ingresaba un médico con su maletín.
— ¿Y el miedo por qué? —indagaba su abuela.
— No parecía de vivo sino de un fantasma.
— ¿Qué, un fantasma y abierta la puerta?
Y doña Olga, ya temerosa, bajó de inmediato al primer piso. La luna iluminaba con toda claridad el amplio pasadizo hasta el portón y tuvo una sorpresa.
— ¡Que me olvidé asegurar la pequeña puerta! —exclamó.
Ese mismo día, mientras atendía su tienda de abarrotes, recibió la visita de su clienta Nicéfora, quién acostumbraba contarle de sus asuntos.
— Olga querida, te digo que hace mucho tiempo los médicos no pueden curar a mi tía, quién según sabes es mi adoración. Por eso, conversando con ella, decidimos buscar ayuda de un famoso espiritista.
— ¿Y? No vayas haber pedido uno de sus trabajos —dijo doña Olga.
— ¡Que sí, lo hice! Nos ofreció buscar ayuda de un famoso cirujano muerto en accidente pero que sigue operando espiritualmente. Y para que todo pueda resultar, el espiritista pidió el número de la casa y que dejase abierta la puerta por la noche. Ahora tú sabes, que hago turno de amanecida en el hospital y, te cuento lo peor… ¡esa mi ama de llaves, dejó cerrada la puerta y no sé qué pasó anoche! Bueno, ya te contaré lo que me diga el espiritista. — explicó Nicéfora.
En ese momento, todo se le vino encima a doña Olga, cual aluvión de imágenes y temores, porque se dio cuenta que la cifra domiciliar de Nicéfora resultaba igual que la suya, teniendo por única diferencia, de hallarse en lugar opuesto contando desde tal puente.
—Y dejé abierta la puerta, ¡para el fantasma! —dijo, cerrando su negocio de paso.

© Derechos Reservados de Autor.
Acompaña sonidos de tambor para el caso (poner volumen muy bajo).