ESAS HUELLAS DEL 2 DE NOVIEMBRE

ESAS HUELLAS DEL 2 DE NOVIEMBRE

Octubre había madurado con preciosos matices del otoño palatino, los cuales se iban trasladando con toda su riqueza de oros y pardos sobre un lienzo que representaría en desigual lid al trozo terrenal que me brindaba su abrigo y cariño, cuando unos golpecitos en la puerta, me sacaron de pictóricos sueños.
— Disculpe que interrumpa, su excelencia le llama, está en el salón de los escudos.
De inmediato me saqué los guantes y guardando los pinceles me dirigí al lugar.
Ahí se hallaba él listo para su viaje.
— Bien, mientras me ocupo de asuntos importantes en el exterior valdrá tener en cuenta que aquí es un mundo dentro de otro mundo. Blitz (el lobo) debe pernoctar en su casa del fondo, luego por las noches enciende los seguros y no dejarás ingresar a ningún extraño hasta mi retorno. Y enseguida nos dirigimos hacia la salida. Ya junto al portal, el piloto se apresuró a poner la maleta en el coche para enrumbar hacia el aeropuerto.
Por esos días, la tranquilidad del ambiente donde nuestro frondoso castaño hacía notar el inicio del bellísimo bosque, se había impuesto una inspiración de raíces naturalistas al despertar la mañana, para luego ir tomando aires fantásticos al llegar las penumbrosas horas nocturnas. Era una estación donde las nieblas vaporosas regalaban a la imaginación lo necesario para plasmar un mundo extraordinario. Y así, mientras los pinceles hacían su parte, mi mente recordaba sus consejos del buen familiar.
— A cuidarse de las fieras— había dicho, agregando —pero no te preocupes, que seres celestiales harán vigilancia también.
Y teniendo tal advertencia muy en cuenta, por esos días mis paseos nocturnos disminuyeron. Hasta que una noche del primero de noviembre, la inquietud de Blitz se hizo muy notoria por lastimeros aullidos de rato en rato. Así que revisando con cuidado las cerraduras y alarmas me acosté cerca de media noche. Naturalmente, debido a largas horas junto al lienzo, el sueño no se hizo esperar. Sin embargo, de cuando en cuando los aullidos. Algo no era lo acostumbrado, el lobo no pudo gruñir ni mostrar ferocidad; era claro su espanto.
Por la mañana, teniendo cuidado de ver primero por las ventanas antes de salir, me sobresaltaron los indicios de intrusión. Poco a poco una desconfiada sensación se fue apropiando de la razón al no reconocer el tipo de animal que se había atrevido a cruzar las defensas hasta casi tomar las habitaciones interiores pero, algo no se podía negar, ¡era bípedo! Entonces cuidadosamente me puse a indagar por donde había ingresado y salido “la bestia de dos patas”. Así, tomando valor para enfrentarme a lo desconocido, seguí sus huellas hasta llegar al borde del elevado murallón de granito y malla metálica.
— ¡Qué, esto no es posible! —hablé fuerte sabiendo que no escucharía otro humano.
Las huellas de pisadas llegaban desde afuera un campo de pinos, cruzando por todo lo ancho de la villa y concluían al filo del muro residencial, para continuar inmediatamente hacia el bosque salvaje. No se notaba ningún aspecto de salto, caída o repasadas; sus huellas eran muy claras por el intenso frio. ¡El ser debía haber cruzado el murallón cual si no existiese impedimento material!
— ¡Pude haber estado a merced del monstruo! —exclamé.
Luego, reaccionando, dije, entonces algún fauno en servicio. De todos modos para mí un gran alivio, que siga cuidando.

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Obra en recuerdo de significativo familiar, por esta fecha
Al cierre, música en órgano.