Mi soledad no es cualquier soledad

Mi soledad no es cualquier soledad,
no invita a la privacidad de la guerra
contra demonios habituales
ni es partera de hermosos manantiales
donde se humedecen las hijas de Zeus.

Mi soledad no es una soledad convencional,
de esas iluminadas soledades típicas
para encuadrar albedrío y autonomía,
que acompañan y acarician,
divertidas e innovadoras.

Mi soledad es más bien neurosis,
un ataque de ansiedad a tiempo completo
y un espejismo de santiamenes y consorcios
tan desconcertantes como un “polisson”.

Mi soledad no es cualquier soledad,
mi soledad hace crujir la mente y estallar la confianza,
es una nevera vacía y una biblioteca llena,
son dos brazos en una fiesta para cuatro,
es la necesaria tranquilidad del polvo.

A veces parece algarabía y suena a multitud,
pero casi siempre se hace afonía
de guacamayas y taladreo en el cemento,
casi siempre es un sepulcro de la armonía,
un merodeo aterrador de pensamientos desesperados
y algunos recuerdos desmenguados.

Mi soledad es más como la mecánica erótica
de la Hortensia de Rimbaud,
que la soledad errante de Neruda.

Mi soledad no es cualquier soledad,
no es suerte de espíritu excelente
ni encuentro enternecedor,
es bastimento de la existencia,
y aunque sea la única en mi lecho de muerte
no soy tan tonto como ella cree,
entiendo que se debe a un asunto
meramente burocrático,
pero ya nos volveremos a encontrar,
mi soledad no es cualquier soledad.