Espacio extraño de la suciedad asquerosa.

Mientras…
El ojo cercenado voló por los aires cual Polifemo irrisorio, en la esquina el tigre lo devoró, salpicando la sangre como un villorrio infernal de color rojo inseparable.

El anillo apretando tu dedo, reventándolo, tú cortando tu dedo y disfrutando, riendo por el fin de tu circunspecto aspecto, un balazo en tu cabeza clavándose en tus sesos, el niño feliz observando como fenece su madre en el ciclo sanguíneo del opulento físico.

Un kilómetro de distancia, tu padre masturbándose, inyectándose heroína, clavando la dirección en el clítoris pestilente, lagartos volando economizando serpientes, atrapadas como Prometeo dañado cada día, clausurando la madera grisácea del crepúsculo.

La sonrisa sentada en el banco del centro, ironizando la luz, “¡sálvame señor!”, sí, aguántate puto asqueroso, el mensaje es indemne, indecoroso, aléjate de la viveza ráfaga trabajada en el foso de tus juicios.