Sobre azar y genuinidad

Durante mi breve estancia bocas varias besé
en distintos brazos me regocijé y en un par me desnudé,
retazos de amor veraniego experimenté
y junto con ello sonrisas me llevé
aromas y voces en mi memoria cada noche alojé.

Por aquel entonces creía era cosa de mera suerte
pues no me consideraba digno de semejante disfrute
la escasa estima que me tenía no me permitía ver más adelante,
de tal manera que, insuficiente por como era me sentía siempre
hasta que por azar con sapidez a destino apareció usted, relampagueante.

Al verla, por completo me embelesé,
y de profundas ganas de descubrirla me inundé
presuroso su nombre pregunté
pues de ninguna manera quería no saber cómo recordarle
porque en el peor escenario esto podía ser una efeméride de trágico tinte.

Sabiendo quién era quién la confianza se hizo presente
y con inusitada audacia, invitado por usted, en su lecho me recosté
al alero de una oscuridad sinigual en sus luciérnagas la encontré
y a su fascinante efluvio me encadené
y a través de cada palabra que sus fauces pronunciaban en su bosque me aventuré.

En la armonía de sus arboles una inimaginable calidez experimenté
entonces suspendido en el tiempo me hallé
y entre una mescolanza de valentía y timidez el inaguantable deseo de besarla concreté
extraordinariamente usted correspondió con enorme goce
y en un inolvidable acto me dijo: “así como eres te querré”.