Desahogo

Todos… todos atravesamos la carne. Invisibles armamos más de una vez el caos, cortándonos unos a otros en segundos. Invocamos miradas, buscamos en el entorno el disfraz que más nos convenga. Las palabras que alguna vez nos iluminaron como fuego, ahora son la carroña de los cuervos que invitamos a este presente que suponemos infinito, como antes.

Todos… todos atravesamos y huimos pensando en los minutos que nunca fueron vividos. Interpretamos suspiros en las peleas, y nos retorcemos ansiosos pensando en virtudes que no tenemos. En ese desierto, un sol y una luna no alcanzan a ser cómplices de nuestro mejor esfuerzo, hacia la esquizofrenia del amor. Invocamos miradas, buscamos en el entorno.

Igual… igual invisibles nos vamos aferrados a la excusa que nos mantuvo mintiendo, o hiriendo. La carne queda con marcas y vehemente, y aunque algo damos, al final nos mezquinamos casi todo. Nadie queda, todo oscuro, solo el deseo de que un espectro pendiente, custodie lo que fue revelador al costado de una tropilla mecánica e indiferente, durante la mañana.