Lúgubre Sueño

Y entre el Viceversa de Benedetti,
en la canción del Desesperado
de José José,
en las pérdidas lagunas
de un cuento de Hamlet,
o en el acto suicida
por Macu, de la Juliet.

En los placeres que ella imaginó
aquellos amores
que nunca tuvo,
lo que deseaba su corazón ,
aún en el eslabón,
de los pasos nunca dados,
de las miradas nunca vistas,
de los muros tan altos,
que jamás pudieron ser saltados.

Allí en la ecumenica y realista,
de las sombras que le perseguían,
de su fantasía elocuente,
mucha agua por las torrentes corría,
y a sus pies, sangre de mujer,
o de mierda que le aborrecía.

Eran sus sueños lo más preciado,
el forjar una vida distinta,
pintar el oscuro en tonos blancos,
aún en el detonante de los hostigantes,
que embrujaban sus estrellas
con agonías embriagantes
y tetas sombrías,
en las que perdía
invisibles sus tatuajes
en la candidez de sus arrugas.
Y Fue así desde niña,
una sufrida y patética,
desordenada con sus trenzas,
malcriada y empobrecida,
pero con un espiritú a lo imaginable
de Galileo,
o a lo inspirador de un Cohelo.

Se quedaron sin dedos,
se agotaron las tintas de sus contraveros,
buscando el heraldico recuerdo,
donde fenecieron sus ancestros.
Que antipatica y ruín
le trato la vida,
así de nada sufrir,
por quien nada tiene para ser feliz.
y ese añil en un cetro de su reflejo
ese que queda plasmado en la sombra
de lo que dejo los fisipedos,
que penetraron en una pesadilla,
llevandolé a arrastras la vida,
desenpolvando mustios viñedos.

Pobre del sacrilegio,
amar sin treguas,
opacar un Sol,
repartiendo los Re,
y agonizando en el Do...
Que no sé si era mayor,
pero si ligero,
porque apenas en el cenicero,
podías oler aun el puro,
que venia desde lo más lejos,
para hacerle recordar a su Abuelo.

Pobre y descalza, pudriendose
de inata esperanza,
durmiendo entre galantes principes,
que al ver su semblante lugubre
salian de la nada corriendo.
No eran corceles finos,
los que cabalgaban en la realidad,
sólo los que a rodillas,
queman como el infierno,
a toda crueldad.

Y siguio esa vida,
una entre falsantes,
al sometimiento del maltrato
a la costumbre del desprecio.
Rufianes compartieron su cuerpo,
tuvo bendiciones divinas,
pero aun así,
que mal le trato la vida.
A caso se puede vivir,
así como un morivivi,
de tocarle los cabellos,
se cierra en sus hojas por completo.
Que extasis en tan sólo
pensar en el hombre casi perfecto,
el que apenas le hace gratificante,
todos los sueños.
Pero dónde quedo su palacio,
donde quedo su capricho y su anhelo,
no sólo las niñas mueren,
por un helado derretido en la mano,
por una muñeca cara,
aunque no se de porcelana;
las mujeres mi hermano,
que duermen solas en la cama,
viven y hacen fiesta en sus vientres,
sólo con un pensar en ellos,
debajo de las sabanas.

¿Y crees en los miedos,
a la muerte?
y no dijo ella,
porque esa doncella que les cuento,
murio al cerrar sus ojos al mundo que la maltrato,
ahora ella dice:
"Morí por fin,
y con mi vida me llevó
lo que no fue,
pero sí lo que siempre quise
y desee, los sueños,
lo que deseaba y no era mío,
lo que fuera y nunca perdí,
lo que amaba y nunca fue para mi"