Clemencia Divina

Hoy escribo a la deriva,
vaciando y vacilando,
en un va y ven de sentidos,
con algunos estilos
que van y vierten
los pugilatos.
Así con una luz,
en las cuatro esquinas
de esta alcoba vacía,
de este mísero cuarto.
Pensando en ti,
Tanto y tanto,
Porque eres de por si
Esa inspiración,
Que se me apega en las venas
Y me agita el corazón.
Cuanto añoro verte nuevamente,
Y Más añoro tu voz,
Reír de tus curiosos comentarios,
Volar contigo a través de la imaginación.
Es portal del cultivo
Al capullo de flor,
Donde divulgado,
y algo adormecido
ahi está
Recostado en el silencio
de mi voz,
y ya abatido,
va desaparecido,
el dolor.

Es total traición a mí
Miserable corazón,
Obsesionarme contigo,
Afligida en el delirio, de una pieza,
Aquella que no cabe
en tu rompecabezas,
pero fuerzas porque sabes,
que es parte de algo,
pues si más es sabio el viejo,
más justo que nadie,
es Dios desde allá en los cielos.
En el juego del desafío,
Hacen regueros los recuerdos,
De los miles de anecdotarios,
Que aún con finales tristes,
Desnudan lágrimas al compas
Del campanario.
No hay dudas en las nébulas
Ni espacios en el consiliario,
Sólo viejas claves de papel,
Que me fuerzan a leer,
Los cuentos de corsarios.
Tratando de cazar oro,
Y yo empeñada y encismada,
En el capricho rojo,
de conquistar
el amor, de un solitario
al que ando
creando colección,
de manojos…todos
al puro de la indignación
que me hace naufragar
por mi propia consternación.
Juro al denostar,
Que no te voy a contactar,
Trato en lo más profundo,
A mi palabra no fallar,
Pero soy de noble flaqueza,
Y en la mínima de mi debilidad,
Sólo pensarte me trastorna,
Y pierdo contigo credibilidad.

Eres un detonante de pasión,
Por quien pierdo el sueño,
Y también la razón.
Esta tarde cuando te pensaba,
vi por fin en la ventana,
volaba un pequeño colibrí,
Me sonreí, porque quise,
Ni siquiera por que sí.

Cuantas veces te pude herir,
Sin querer hacerlo,
Cuantas veces me has herido tú,
en el transcurso del pesado orgullo,
del cínico en virtud,
al débil pañuelo cargado de miedos,
empapado de ingratitud.
Que más deseas que haga,
Qué más puedo hacer para detener,
Si lo que siento no tiene frenos,
Si lo que te ofrezco es manantial a la sed.
Es por represalias a mi ignorancia,
El hablar sin pensar,
El escribir sin abusar,

De la estúpida que reza,
pidiendo al cielo
Por mi paz,
Aclamando en el Miserere,
Pagando los pecados que tenga que pagar.
Porque si es así,
Que amarte es pecado,
Moriré al fin…
Condenada en el infierno,
Morando en un acuartelado sanatorio,
De almas pueriles,
Y especímenes calcinados.
De lo contario,
Correría mi alegría,
Al verte abrigarme en tus brazos,
No tengo mayores deseos en mi vida,
Ya que, a través de todas mis poesías,
No hay algo que no seas tú,
mi anhelada calma,
la única medicina,
que necesita y ruego en clemencia
para aquietar la inquieta alma mía
que pide sin piedad ante la caridad
de lo que mi Dios de los cielos
me quiera regalar.