LA PLANTA BAJA

LA PLANTA BAJA
Existen tristezas
que agonizan sobre sí mismas
mucho más tristes que otras
son las de la impotencia.
Aquellas inevitables
porque no somos nadie
y carecemos de poder para evitarlas.
Podemos decirnos
tal vez si yo fuese, pero no soy.
Si pudiese, pero no puedo.
Si gritase, no me escucharían.
El pueblo grita mucho
-dicen ellos-
y entonces deja de ser pueblo para ser multitud
a la que no se entiende.
Farfullamos una letanía de derechos y libertades
mientras ellos
siguen contando y repartiéndose
la alegría de sus poderes en el cielo.
La tristeza sigue en la planta baja
junto a la portería y la puerta de servicio.
mabel escribano
d.r.
imagen: google