EL SUEÑO DUERME

EL SUEÑO DUERME

Aquí duerme mi sueño,
en el banco de la línea dos del metro,
en la escalera mecánica
de los grandes almacenes,
en el camino que lleva a,
pero me olvidé del dónde.
Aquí mi fantasía,
entre las piernas recién paridas,
y la boca bien amada.
Nada me despierta,
porque me niego a ser una esclava,
de siete de la mañana a ocho de la noche.
Aquí suena mi ritmo,
en el saxo de un músico enloquecido
por el alcohol y las drogas,
que quiso dejarlo y sólo dejó los recuerdos,
perdiendo la memoria de quien un día fué,
envuelto y esnifado en notas de cocaína.
Delirios en un burdel parisino.
Aquí duermen los diarios de Anais Nin,
perdida en su pasión por Henry Miller,
y su amor por June Mansfield.
Aquí dormimos casi todos los que soñamos
en pecado,
en locura,
en ahora o nunca,
en corro el riesgo de amar,
los que decimos que no importa la edad,
aunque les importe a quienes nos miran con envidia.
Mi sueño duerme entre Marilyn
y un poema que no sé de memoria.
Entre la primera sonrisa de mi hija recién nacida,
y un paisaje que me hizo llorar de emoción.
Mi sueño no me pertenece,
como no me pertenece mi vida,
aunque se diga que es mía,
porque no sé cuanto tiempo dispondré de ella.
Ahora, todavía somnolienta,
mis manos se empeñan en mesar mi cabello,
he de salir al balcón de la vida,
dejar de soñar y leer el sueño ajeno,
porque el mío, pese a lavarme la cara,
y haberme tomado un café muy cargado,
probablemente seguirá durmiendo,
en el mismo lugar en que lo perdí.

mabel escribano
d.r.
imagen: google