SUEÑOS DE PRIMAVERA

poema de Margazul

Grandes vías de agua traspasan el aire,
perezosas, cargadas con la humedad del alba.
Mi alegría retoza sobre la hierba humillada
presintiendo emociones ausentes todavía.
Mil recuerdos apilo, apretados,
sobre mi corazón que, inquieto, se cimbrea.
Mi espíritu, presente, colabora también,
¡miradlo allí, tumbado sobre la creación!

Con gris azoramiento
voy percibiendo el blancor de mi barba,
luego, siento fugaz escalofrío, recojo la cabeza y,
soñando sus labios,
me abandono a un vagar enmarañado
en nubladas esperas.

Subo a mi barca,
me alejo por el río;
cuando mi alma así lo quiere
vuelvo a mi casa, lejana y solitaria,
cueva apacible donde dormir seguro.
Paso a la cocina,
horneo la presa que acabo de cobrar,
me siento a la mesa.
Luego, reposo en mi cuarto,
me escondo de la luz
y duermo sobre un lecho de mullidas hojas,
esclavo del día, amigo de mis penas.

El fuego de displicente fusil incendia mi granero,
ardientes llamas se deslizan, rápidas,
mostrando al viento sus salvajes guedejas.
Ansío el frescor de la hierba;
salto por la ventana,
me tiendo sobre ella
y un hilito de agua, poco a poco,
sofoca mi hoguera.

Mis sueños, primaverales pájaros,
se despertaron con el día y echaron a volar
sin esperar a que yo llegase.
¡Era tan exquisita su ligereza…! Corrí tras ellos.
Al alcanzarlos les tendí mi mano.
“Si hubieras madrugado –me dijeron-,
habríamos desayunado,
juntos, sobre la misma mesa”.

Cuando cayeron las sombras,
me adentré en oscuros montes, lejanos,
y allí pasé la noche, al aire libre, abrazado a mi amada.
Fresco airecillo del norte vivificaba nuestro corazón
y, a la orilla del río,
viendo correr la sangre por el lejano oeste,
serenamente, nos fumábamos el humo
de nuestro perfumado amor.

Divisando un pajar,
construimos nuestro lecho.
Nos desnudamos.
Su aromado cuello,
sus exuberantes pestañas…
Pasé mi mano por su ardiente piel;
sus piernas, desnudas, eran largas, voluptuosas,
y, lentamente, descendían hasta el misterio de sus pies.

Dos enhiestas proas llegaron a mi puerto,
oía crujir las velas, rotas, sobre cubierta;
junto a nosotros corría un arroyo que,
con leves gorjeos, humedecía nuestras sombras.
Unimos nuestros labios,
confundimos nuestros paraísos,
luego, un silencio limpio, intenso…

Aún recuerdo el brillo de sus ojos, llenos de sol,
cuando mi tajamar hendió sus profundas aguas
y rocé con mis piernas sus ardorosos tobillos.
Allí estuvimos varios días,
adentrándonos en misteriosos bosques,
atado yo al trébol de sus trenzas.

Comentarios & Opiniones

María Ángel Russo

Que bello poema. Hay tanta paz, tanta dicha. Por un momento pensé que la amada era la noche. Pero no. O sí? Ella, hermosa, fresca y a la vez ardiente, enredada entre tus piernas. Muy Bello, Todas mis estrellas

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Margazul

Gracias María Ángel, pudiera ser, lo dejo al criterio del lector. Un abrazo.

Critica: 
Japi

Excelente, cuantas imágenes y sensaciones, un gran sueño de primavera, hermosísima obra de un gran placer a la lectura

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Cálamo Azul

bien hermano poeta, grandiosas letras, estrellas

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Mac1965

Excelente!!! Un paseo con tu pluma por la hoja desnuda. Me encanto amigo. Felicitaciones

Critica: 
Pajarofé

Por lo visto hoy es el día de las grandes poesías, enhorabuena margazul, como siempre excelente, saludos.

Critica: 
Margazul

Muchas gracias, estimado Japi, Cálamo Azul, Mac y Pajarofe por vuestros amables comentarios. Feliz día a todos.

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GEB

Allí estuvimos varios días,
adentrándonos en misteriosos bosques,
atado yo al trébol de sus trenzas. Excelentes versos, me fascinaron!!

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Margazul

Gracias por pasar y comentar, estimados Geb y Butterfly. Un abrazo.

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Sol sin luz

Bellas y frescas letras. Un placer leerle.

Critica: 
Margazul

Gracias por pasar y comentar, estimada Hadasa. Un abrazo.

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