MEDITANDO

Ante mí se abren nuevos horizontes,
me rodean sorprendentes emociones,
inesperados acontecimientos…
Mis actos,
llenos de vanos ademanes,
indiferentes dejan a mis queridos amigos
que apenas me prestan sus preciadas atenciones.
En los grandes autores,
cuyos nombres adornan
las calles de mi barrio,
ya fueron escritas las mejores gestas;
el manejo de la pluma
(en los antiguos y modernos)
requiere mucha cabeza,
y no dejarse asfixiar por el humo
de las presuntuosas ciudades,
ni por los densos vapores
de claustrofóbicos despachos.
Me preocupan algunas cosas:
las deudas,
el ajetreo del día a día,
la enfermedad, real o fingida,
los avatares de la humana empresa,
mis propios avatares,
la vana exaltación,
la prepotencia…
Me entristecen las guerras
y la barbarie del odio fratricida;
me angustia la incertidumbre
de una infancia perdida
y los inventos
que se convierten en definitivos…
Todos éstos son juegos
que me llegan de lado,
que no son de mi mundo,
que entran y salen de mi nación,
vienen y se van,
sin que me vaya nada en ello.

Yo estoy fuera de esta niebla
que se acerca y se aleja.
Me quedo atrás,
indiferente,
ocioso,
melancólico,
viéndolo todo en la noche,
escuchando, abstraído, las noticias
que adornan mi triste panorama,
apoyado en los hombros de mis parientes,
sin duda, un buen seguro
aunque no suficientemente firme.
Suspiro, expectante,
con mil preguntas a medio hacer
y un saco lleno de recuerdos,
adivinando lo que va a suceder,
aguardando la sátira siguiente…
Todo sofisma es pilar inestable,
¡y bullen en mi alma tan misteriosos sucesos!

Fiel camarada soy de mi nostálgico pasado
y, cuando siento el roce de mis roídos harapos,
apenas me apetece asomarme a la vida.
Pero no vine a huir, ni a aborrecer…
¡y sigo aquí, meditando sobre todo lo que veo!