EL ABRAZO

¡Detente azar,
no devores el inocente día,
ni te enojes con mis ansias de futuro,
porque en él habrían de gestarse increíbles hazañas
que dieran la vuelta a lo hasta ahora conocido!
Ya hierven nuevas músicas,
cromáticas melodías que necesitan
más de una vida para ser oídas.
Y yo, desorientado trotamundos,
a la vida le río sus gracias
con un ramillete de melancólicas palabras.

Poeta de mi presente, hombre de herida raza,
busco mi salvación en redentora luz
nacida de enigmáticas sombras
que en su seno contienen el amor y la amplitud,
la analogía y la videncia,
la caridad de mi casa y el cerebro de la gran ciudad,
el cuerpo de los creyentes y el alma de la incredulidad,
todos los días, todas las épocas, todas las efemérides,
dando equilibrio al espacio; a los estados, espiritualidad.
Dotadas de una sublime estética construyen
ingrávidos futuros para el goce
de venideras generaciones,
cuidan el beneficio del globo,
anhelan el bienestar de los hombres
-malos o buenos,
crédulos o incrédulos,
intelectuales o fanáticos-,
y de las mujeres
-de sutiles ojos,
de pródiga naturaleza,
con un mensaje de luna llena en su mirada.

Quien cree no sólo en nuestro pasado
-con su política y sus guerras-,
no sólo en pretéritos pueblos
-con su realismo y su rudeza-,
sino que adora la majestad del sol
y con preclaro entendimiento
alumbra no solamente teorías,
sino a toda la tierra,
con amorosas manos abrirá las cerradas vidrieras
para abrazar a toda la humanidad
e, impulsado por vientos de justicia,
invitarla a la fiesta de la paz.
El que sufre no olvida.