ODA A MIS 4-L

Tengo un 4-L por el noventa nacido,
es mis pies y mis manos,
mi herramienta, mi confidente,
trabajador esforzado, mi amigo...

A él le cuento mis penas
cuando viaja conmigo,
tambien le arrullo y le canto.

No se arredra ante las cuestas,
no le teme a los caminos,
ni a las cargas ni a los atajos,
y siempre va como un tiro.

En las horas de infortunio,
de averías y pinchazos,
por los caminos de las sierras,
con cariño le digo, y le hablo:

- ¿ Qué te duele padre mío,
que te ahogas, que resoplas,
si este trabajo no es para tanto?

¿Qué te cargo demasiado,
que se ha encharcado el carburador,
que un pizco se te ha atragantado?

Pero..., ¿Por qué ese ahogo,-¡blando!,
por qué esos brincos,
por qué esos saltos
de caballo desbocado?

Y para reirte de mí,
no se te ocurre otra cosa que...
pararte, justamente, justamente,
en la mitad de un charco.

-Si es que me tienes abandonado,
que ni un negrero me daria peor trato,
poeta de ochavillo de kilo,
que no lo dan más barato.

Si es que no me revisas la bomba,
no me cambias los filtros,
ni bujías, ni platinos, ni contactos...

¿Cómo quieres que responda,
si ya no tengo tu cariño ni buen trato,
que se te van los ojos
tras de esos jovencitos guapos,
de inyectores, air-bag, y otros trastos?

-¡Ay, amigo mío!, sumiso trabajador
que nunca me has fallado,
renqueante, o como fuere,
siempre me llevaste al tajo,
y me devolviste a casa,
sin rechistar, con agrado.

Por eso quiero hacer un escrito,
un monumento a tres de tus hermanos,
y a tí, ¡ caprichoso mío !
que eres la cuarta pata del banco.