LO QUE QUEDÓ

Después de haber sido
errante consuelo de la noche,
después de haber poseido
efebos cuerpos sin reproche,
después de ser amada
y haberse dado por un ponche;
quedó tras la ventana del salón,
su inerte cuerpo suspendido,
entregado en acto de derroche.

La lámpara, fiel testigo,
no impuso ningún reproche,
dejando que volara
inmóvil,
en sutil vuelo de alimoche.

Las medias abrazadas a su cuello,
formaron con un lazo,
el adorno de su despedida;
broche con el que cerró,
su oscura noche de partida.

Aquel cuerpo que hubo sido:
permanente consuelo apasionado
de los que a él llegaron
alterados y afligidos
en largas noches de fiel amante;
como un adorno más del salón,
quedó entregado a la lámpara,
cuya cegadora luz,
la mente le cegó.