En una mañana lúgubre
dónde el nefasto caos
ocultaba la perfecta armonía
del negruzco horizonte
que bailaba sin parar
con aquella luna fantasmal.

Estuve caminando
por varias largas horas,
hasta que llegué
por una una verdosa pradera
en ella estaba una cabaña,
con un profundo olor a pino fresco,
que tenía el color marrón claro.

A quién olvida
del recuerdo breve
tus ojos marrones
de tu tímida desnudez
en mis lánguidos huesos
y su anochecer tormentoso
en las memorias enfáticas
tu enredado cabello
como la raíz de caracolí
bajando la fría piedra
que estuve en aquel lugar

Desde mi descarada alma
cada día te amé,
pero cada vez más
mi ambulante alma
sufría cada vez que te amaba
y tus espinosos rechazos
envenenaban mis nobles sentimientos.

Desde la inexplorada marca
de tu pasado desconocido
oculto de lágrimas cristalinas
en el eterno vaivén
de un apasionado beso
besándonos lo presente,
entre hojas secas
de un olvidadizo olvido.

Llegaste descalza y quisiste un amor de sueño,
porque quién juzga lo que se sueñas;
cómo se mata lo inexistente
al despertarnos se juntan los caminos
sin ir más allá del cielo,
de este suelo eterno
que lleva casi siempre
a un apocalíptico inframundo.

Cerca de nosotros
aquella inesperada esperanza
sostiene la existencia fragante
en los placeres fulgurosos,
solo con reencontrarnos
dos caminos unidos,
un extraordinario destino
de la rosa espinosa
y los claveles
nos quedan las espinas.

A dónde vamos
que la fugaz realidad no nos persiga
quisiste el épico verso
de mi áspero beso
al nido de piel y miserias contadas con sangre

El idilio de otras parejas que se aman
en el amanecer desnudo
de aquella luna ahuyenta la esperanza
del sueño instintivo
hambrienta felicidad
a la noche que viene entre silencios

La soez culpa
del ser humano
lo que la piel extraña
entrada triunfante
de espíritus ambulantes.

Ser nada más
que el cielo azulado,
el sol ardiente,
y la luna blanca,
de vez en cuando canciones
un poema lírica
a la vez ,
otras veces distancia
a veces nada o todo
cuando se nos cruzan las palabras.

Quisiste ser lo innombrable
o nombrarte espejo
del miedo
del placer ajeno que callamos

Quisiste una estrella blanca
pero yo tejía soles con espinas
absorbí el veneno pútrido
de tu cadera melancólica;
que te amenazaba sin descansar.

Quisiste tomarme por venganza
poner la vida frágil
en las laderas verdes
ansioso camino del pecado.

Quisiste la noche
que anhelaste la muerte secreta
en mi sangre encontraste
una indecorosa condena,

Hoy eres tú quien vuela
entre suaves nubes
a un mundo ideal
dónde la inexplorable muerte
no existe, ni existirá.