UN TAL FUNES l

poema de Jorge Loyola

Afuera, las sombras comenzaban a estirarse sobre las veredas de tierra, faltaba poco para que el sol metiera su cara detrás de las últimas casitas, que se encontraban en la parte más alta del pequeño poblado.
Adentro, la oscuridad comenzaba a adueñarse lentamente de los rincones del ruinoso barcito; el dueño encendió un farol que a duras penas iluminaba los rostros de los parroquianos que terminaban su jornada con un trago y algunas viejas historias, bastante incomprobables por cierto.
Un viejito de cuerpo menudo, al que le faltaba un ojo; vestido con harapos y un sombrero lleno de agujeros, se tomó el último trago del vaso como para aclarar la garganta, agarró los pantalones un poco por encima de las rodillas y tiró hacia arriba dejando al descubierto dos piernas que parecían no tener carne; se acomodó en su silla, se acodó en la mesa y levanto su mano derecha estirando su dedo índice frente a su único ojo, como buscando una página en el aire y con una voz ronca y aflautada comenzó a contar algo.
_Una vez allá lejos en la distancia y en el tiempo, conocí a un tal Funes.
_Todos conocían la habilidad del viejo, así que no tardaron en acercarse a la mesa trayendo sus sillas; hasta un desconocido que en ese momento entró al bar, se acercó, buscó una silla y se sentó; el tipo era un morocho bien vestido al que nadie prestó mayor atención, todos estaban atentos al viejo, así que le hicieron lugar en la ronda para que se acomodara rápido y el hombrecito desarrollara la historia.
La voz del viejo siguió entre raspando y silbando.
_Este tal Funes era el tipo más rápido para el facón que se haya conocido , se movía como el viento y cuando peleaba, parecía que estuviera bailando, el cuchillo casi no se veía, solo si una luz lo iluminaba, se veía el resplandor y después un quejido y su oponente quedaba duro en el suelo.
De esta habilidad de peleador veloz para el cuchillo, por lo general, suele sacarse provecho estando del lado equivocado de la ley, y este era el caso de Funes, todo aquel al que alguien le anduviera estorbando y tuviera con que pagar, podía contratar a este tal Funes para que le limpiara el camino.
Tal era la fama de infalible de Funes que aquellos desgraciados que se enteraban que el hombre los andaba buscando, inmediatamente se convertían en muertos que caminan hasta que el matador terminara su encomienda.
Con el tiempo se fue haciendo difícil ubicar a este tal Funes ya que su andadas le habían echado detrás a toda la milicada, entonces se lo dejó de ver; el tiempo que pasaba sin que Funes apareciera, acrecentaba las historias que se contaban sobre él y como siempre ocurre las cosas cada vez e agrandaban más, cada vez era más grandote, cada vez más fiero, y por supuesto cada vez era más veloz con el cuchillo.
Pero, como ocurre siempre que hay alguien famoso por alguna cosa, no tardan en aparecer los envidiosos, los incrédulos y los que quieren comprobar el porqué de la fama, alguien dijo como al pasar que este tal Funes se había puesto más fiero y más veloz que el diablo. Esto no tardó en llegar a los oídos del ser más envidioso y malo que existe, si señores el mismísimo diablo.

(continuara)

Comentarios & Opiniones

Xio

Bueno, pues ni lo dudes, ya estoy sentada también, cerca del viejito para no perderme ni un detalle de esta historia del tal Funes;porque ya sabes que enseguida quedo atrapada por ese talentazo que tienes para los cuentos, un abrazo mi querido gaucho

Critica: 
Jorge Loyola

Mi fiel genia, que bueno es recibirte.
Un gran abrazo querida amiga.
(Consejo) no te sientes al lado del viejo.ja
Ahí te va la segunda

Critica: 

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