Parafraseando a Sartre

poema de KOKOKAR

Lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra…
se me ocurre pensar respecto a los “chabestias”.
Y acerca de su masoquista querencia,
tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña.
Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera,
hasta hay un momento al principio mismo
en que es preciso saltar un precipicio.
Si uno reflexiona, no lo hace.

Lamentablemente la reflexión para estos séquitos chabestias,
especialmente muchachos, aún no llega,
o lo que es peor, está financiado por un sistema que
se resiste a dar un paso al costado.
Lo cierto es que queremos la libertad por la libertad
y a través de cada circunstancia particular,
y al querer la libertad descubrimos que
ella depende enteramente de la libertad de los demás,
y al querer la libertad descubrimos que
depende enteramente de la libertad de los otros,
y que la libertad de los otros depende de la nuestra.

Y mientras tanto,
un hombre pasa sin un pan al hombro,
hacen cola niños y jóvenes detrás del camión que recoge la basura,
el futuro y la patria, y pese a ello,
otros sólo filman la quietud de la plaza Bolívar
con gente chabestia circulando por las calles
sin importar que no sea su barriga la que esté vacía.
Lo importante es sacar al aire la otra cara de la prensa amarillista,
aunque sea falsa.
Hay que transmitir paz y sosiego
porque de lo contrario nos ataca el imperio,
es la orden que susurra el oído del pueblo.

Entre el camarero, un caudillo, Hitler, Stalin o Maduro, un borracho parisiense,
el militante revolucionario marxista y Jean-Paul Sartre,
todas estas personas tenían al parecer algo en común,
que todas ellas fracasaban en cuanto tales,
en la medida en que se proponían ciertos fines.
He dicho que no alcanzaban nunca exactamente lo que perseguían,
que siempre había un fracaso.
El hombre se marcaba metas si,
pero en el fondo el único fin al que aspiraba,
era a ser Dios,
ser causa de si,
de ahí sin duda el fracaso.

Así que este juego a ser Dios iniciado por el ya legendario comandante eterno,
sin dudas ni murmuraciones,
como castrenses que son o fueron,
debe llegar a su fin,
no por derrota alguna sino por ley natural existencial,
y lo más importante,
por los niños y jóvenes que no se merecen estos dramáticos cuadros.