Despegues cotidianos

Tengo la astucia bien trabajada,
al final por unas o por otras
he aprendido a salir volando,
salir volando como yo quiero.

He practicado maneras
pacíficas, eufóricas, adormecidas
de despegues cotidianos.
Casi invisibles
si los intentas ver
con el mismo ver
que le pones a un escaparate
un día que te invade la prisa.

He hurgado en manuales
de antropología y física aplicada
para hallar el aterrizaje perfecto,
obviar los daños y no efectuar
desastres a terceros;
de esos casi inevitables.
Mi mayor hallazgo,
casi cual recompensa
da sido el proceso de investigación.
Ese en el que acumulas
tantos datos,
tantas fórmulas,
tanta estrategia
que acabas por encontrar
tu manera de hacer las cosas.
A veces es absurda,
inconsciente e infantil,
pero tuya al fin y al cabo.

Ahí di con algo
que siempre podré recomendar,
se ha vuelto mi recurso favorito.

Y ojalá hacer despegues
y aterrizajes,
ojalá hablar desde ese rincón
profundo y poco iluminado
de nosotros mismos
fuese algo
que se pudiera hacer
sólo con desearlo.
Chasquear los dedos
y decir, hacer, manifestar
de un modo personal,
único e intransferible.

Pero no funciona así.

La magia,
la mágica fórmula
fascinante
y ancestral
solo puede ser vista
echando una mirada
a un puñado,
mínimo una migaja
de otras tantas
caprichosas y antecesoras
maneras
de hacer.

Al fin y al cabo
quien olvida
o no conoce su historia…
Está condenado a repetirla.