Al fin el silencio

El gríto interior se hace oír por mi,
se cuela por mis venas.
Toma poseción de mis sentidos, se crea un mas oscuro para él mismo,
pero es inerte a los demás.
Lava sus culpas con mis lágrimas y me acaricia suavemente para luego
deshacerse de mí, entregandome a los lobos
de mi conciencia.
El gríto interior carece de alma.
Dibuja líneas pintadas con odio, subrayadas con ansiedad,
que se borran con veneno.
El gríto rompe en mil pedazos el blanco cristal de la paciencia,
acariciando con sus asperas manos mi desfigurado rostro.
Y así, como un paisaje de arboles tristes
y ramas pidiendo con clamor las caricias de sus hojas,
me llega desde la lejanía
el consuelo del silencio.