Naturaleza muerta.

Palabras que nunca llegan,
caricias hacia el olvido,
esferas de duro ruido,
jardines que no se riegan,
estrellas que al verlas ciegan,
veneno para el anhelo,
pupilas con doble velo,
labios que amargan y cortan,
lágrimas que ya no importan.
Las sirenas del desvelo.

Soles que no encenderán
mas que al país de recuerdos.
Rotos están los acuerdos,
aves que no volverán.
¿A dónde mierda se irán
los besos que no nos dimos,
los frentes que ayer vencimos,
las luchas de los ahorcados,
los gatos abandonados?
Caerá lo que construimos.

Cuando el miedo nos devore,
y nos rompa la rutina.
Cuando busques la sordina
para cuando tiemble y llore,
cuando ya no te enamore,
esta guitarra anodina;
la arrojaré hacia el estuche
y buscaré a quién me escuche,
quién navegue tras mis ondas,
quién me espere tras las rondas...
Cuando ya por ti no luche.

Volvernos desconocidos,
empezar todo de cero
con un viejo y gris velero.
Polvo vuélvanse los nidos,
los deseos no cumplidos.
Y cambiar al fin de hoja
a la cruenta paradoja
de sufrir por no tenerte,
del alivio de perderte,
cuando hay calma en la congoja.

Pero mientras este nudo,
este gancho entre la carne
para que al alma le encarne
un rencor redondo y mudo;
esta espada y este escudo
confundidos con amor,
con la sangre y el sudor
que mezclamos al inicio,
antes de este precipicio
de la espina sin su flor.