Mariposas.

Todos los días son iguales,
todas las horas son iguales
y ya no sé si es de madrugada o si es la noche que comienza.

Cada vez recuerdo menos quién fui,
antes de ver pasar la vida en la ventana,
antes de estar cubierto por estas pocas paredes,
antes de estar cautivo ante el olvido,
antes,
cuando estábamos juntos.

¿Qué será de nosotros?
¿Seremos como bestias de circo regresando a la intemperie,
al calor de la oficina,
al asfalto y los semáforos en rojo?

Nos perderemos,
nos cortaremos las orejas,
nos volveremos arañas solitarias
incapaces de la abstracta comunión
e iremos tejiendo estrellas que delaten nuestro abismo,
nuestro abismo impuesto,
por manos invisibles pero duras,
manos de una enfermedad.

¿Qué atraparemos?
¿Qué mosca estaríamos esperando?
No veo más que una escalera a la locura,
un caracol de peldaños,
una garganta que sin cruces
nos envuelve en su camino de oscura piel.

O quizá,
una libélula se atrape en nuestras patas,
brillante,
de todos los colores y ninguno,
y entre sus membranas podríamos vernos hacia otros...
Hacia otras voces rotas que estaban esperando.
Y aunque descifrarlo sea más que un reto,
se abrirá ante nuestros ojos el signo ensordecido,
este nuevo lenguaje,
de flor de loto en el espacio,
de flor de carne desde el pecho...

(Y lleguen las antiguas caras,
las antiguas risas,
las antiguas canciones).

Tal vez, después del cautiverio,
los asaltos aumenten,
los saqueos sean algo cotidiano,
la guerra comercial sea una hecatombe
y nos adaptemos,
como pez fuera del agua,
como presas de la oscura realidad
como ranas de mutantes esqueletos.
Avanzando,
directo hacia el mamífero.

O tal vez, también,
renazca la poesía,
las piedras siderales de la música,
la erupción dorada de la danza,
el iris rutilante en la burbuja que es el cine,
la burbuja que contiene al tiempo.
Tal vez salgan los poetas que tenemos en la carne,
muy dentro,
que estremecen como cuerdas que en reposo esperaban la cordial onda del caos,
de lo real sobre el símbolo en el mundo.

Pero yo, como individuo
solo quiero volver a ser parte de algo,
la tragedia griega que deambula por las calles,
del rumor de flores con espinas,
del collar caliente de la tempestad.
Pero, sobre todo, quisiera de este suelo,
de este espacio desolado:
Que aún le crezcan mariposas,
que aún le crezcan mariposas,
que aún le crezcan mariposas,
que aún le crezcan mariposas.

Comentarios & Opiniones

Silvia

Hermosa obra! Me encantó!

Critica: 
Pétalos celestes

Sólo Dios sabe como viviremos después que pase todo esto, Gabriel....quizás la vida ya nunca más sea la misma...Me gustó tu poema con sutiles metáforas. Un cordial saludo. Ingrid Zetterberg

Critica: 
Gabriel Corona

Muchísimas gracias por sus comentarios. Esperemos que esto pase pronto.

Critica: