La Envidia

poema de Antonio Liz

Que muro tan desagradable empeña la vista, que lanza tan suave que corta sin rebelar dolor. Aunque la herida sea profunda, su hermosura empaña la gravedad oculta. Solo basta tu tranquilidad y tu buena vida para desatar tres huracanes y un terremoto sin salida. Ofrece tan buenos consejos con un alto precio por mayor. Se dedica a tu persona, con palabras profundas de amor. Añade sentimientos sinceros, y una charla de pura meditación. Emboca todos tus sueños, y siempre te desea lo mejor. Nunca se le escapa un detalle de tu vida, porque vive de ti sin olvidar la razón. Tan dulce como la miel, y tan pura como la naturaleza, se disfraza siempre a tu favor. Trasparente y  desnuda, se inclina al referente de su ardor. Tan alta temperatura,  que quema despiadadamente toda buena intención.