Cuarto Menguante

poema de Antonio Liz

Mientras que la oscuridad decora el brillo de tantos puntitos, la realidad es que soy y seré el extraño entre su inmensidad. Talvez entre ellas una decepción ajena, talvez un amor conocido y asta puede ser una reencarnación misma. Antes de vivir, reclamaron ese espacio que nunca invertí. Es la fanática más presente de mi nacimiento, de mí crecer, de mis errores, de mi primer amor,  y asta mi muerte. Siempre el reencuentro es tan natural, en muchas noches mis ojos se extienden a su existencia, buscando todo lo que me aferra, una manera cautelosa de entender que me he perdido o que estoy agradecido. 

Historias y recuerdos infinitos en sangre propia, que revelan indicaciones de lo que era y lo que fue. Mientras que desconocen los años y las épocas, nosotros vivimos al límite de toda descendencia. El silencio es más parlante que su brillo y lejanía, acercándote y explicándote tus respuestas a preguntas que no acostumbras todos los días. Ni es que te dice, y menos que te indica, no puedes aclarar la verdadera respuesta que te explica. La entiendes a tu manera, y reconoces que a la velocidad de la luz, y fugaz como centella, está en lo cierto de todas maneras.