Abuela

poema de Antonio Liz

Cada tiempo que pasa me recuerda a ti, cada momento que no estuve contigo me hace sufrir. Con tus ojos de ternura y rostro de experiencia, encendiste  en mí una fogata maternal. Envidio todo comienzo,  y lamento de todo corazón tu final. Tu comienzo es vida en mí, y tu final lo que  dejo de existir, dejando como herencia una ternura infinita que vivir.  Llenas mi alma con tus preocupaciones, y siembras en mi persona tu sabiduría. Extraño tus momentos en la cocina, donde un pedazo de pan conmueve a un banquetee de alegría. Mis lágrimas escogen cada detalle, el quererte abrazar, el darte más de lo que nunca te di, y rescatar más tiempo para mí. Me quiero entregar a tu pasado, para adorar la niña, la joven, y la madre que me falto conocer. Me has entregado la virtud de ser nieto,  para adorarme con todo tu ser. Reconozco que fuiste niña mimada por tu padre, y muñequita sentimental para tu madre, estudiante infantil y protagonista de un primer amor que vivir. Me relato a la vez, tu vida juvenil, amigas y amigos que descubrir. Ser madre por primera vez, con tu corazón entregado a tu primogénito sin mucho que saber. No tengo ojos para imaginarme tu niñez, y menos para adivinar tu infancia. Tanto te extraño y tanto te quiero,  que ni el tiempo y menos tu pasado, interpretará otra versión de cuanto te amo.