Sanar

Entonces me doy cuenta de que mi psicóloga estaría orgullosa, pero a mi me falta el aire, no logro respirar.
Supiera ella que nunca pretendí cumplir lo acordado, que pensé que fallaría antes de siquiera intentarlo.
Entonces sin querer me mantuve a salvo, saltando más obstáculos de los que alcancé a revelarle.
Pero mi corazón aún sueña como quinceañera, aún quiero la chispa de las malas decisiones. Aquella que recuerdo de las noches en que besé a la sonrisa más bella, ahí, bajo la espuma de una fiesta casual.
Esa chispa que se instaló en mi corazón cuando mi pantalón se incendió en la estufa aquella noche en que fui hechizada.
Las noches en que me he escapado a hurtadillas, en que he abierto la puerta en silencio.
Elegir lo racional va contra mi naturaleza.
O quizá no quiero madurar si eso significa renunciar a la niña que un día se enamoró de aquel chico especial que por años se ha entrelazado a mi alma de forma intermitente.
Maldición, abrirte la puerta ha sido lo más doloroso que he hecho nunca.