Le faltó otro escudo

Ella traía la mirada cansada. Se lavó las manos, se puso una segunda mascarilla, otro gorro, un plástico azul, un par de guantes, a veces dos. Entonces se escucha su suspiro antes de abrir la puerta de esa sala. Siente ansiedad, pero piensa que ellos deben sentir terror. Tal vez les daría la única cuota de aliento durante esa mañana. “Su hija llama siempre”.
Sale de la sala, después de sacarse capa por capa el miedo. Frunce el ceño mientras lava sus manos, su escudo, nuevamente lo mismo.
Entonces algo vibra en su bolsillo: “Buenos días”. Sus ojos sonríen por primera vez.
Ella se protegía como podía, pero al corazón nunca le puso escudo, tocándole la peor parte